“CARTA DEL ARCÁNGEL ZADKIEL”
Ven a la siesta, ven.
Camina en sus arenas, camina.
Juega en su viento caliente, juega.
Mas luego…
Duérmete en mi regazo, duérmete.
Deja que te acune con mis alas.
Y que te arrulle con mis pájaros.
La siesta fue hecha para mí.
Y yo para el amor.
Por eso…
Ablándate en mi fulgor.
Aquiétate en mi calma.
Elévate por mi triple flama.
Oro violeta, violeta y oro,
vendrán si tú les invocas y llamas.
¿Crees qué el amor pueda empujar al vacío?
¿Los temores que te aprisionan?
¡Sí, créelo!
Porque no hay noche que no culmine en día.
Ni llanto que no acabe en risa.
Ve afuera, mira en tu derredor.
Y deja que mí amado sol juegue en tu pelo,
y que mí viento acaricie tus mejillas.
Cada oveja tiene a su pareja. Dice un viejo refrán.
Entonces… ¿por qué habrías de estar solo?
¿Por qué deberías sufrir? pudiendo ser feliz.
¡Imprégnate, consúmate en mi causa!
Hazte uno conmigo.
Y deja que el fuego de mi espíritu marchite tus penas.
Nada existe si no lo sustenta un desaliento. Nada.
Entonces… ¡ríe! inmensamente ríe.
Pues voy a tu encuentro.
Tan sólo debes creer en mí.
¡Sin lógica, sin palabras, sin pensamientos!
Que sólo crea tu corazón, aunque tu mente me niegue.
Y aférrate a tus sueños y a un gran amor.
Yo urdo y destejo las tramas del destino según tu voluntad.
¿Y si quieres? ¡YO SOY, YO PUEDO!
Brotar flores sobre corazones secos,
y verdes pastizales en yermos desiertos.
No hay ventana que se me niegue,
cuando adentro de lo que oculta
se esconde un amor solitario.
Sabes que es cierto lo que digo.
Si no ya hubieras arrojado al fuego este papel.
¡Une tu alma a la mía y espera!
Que yo saldré en busca de tu gemela.
ESTE ÁNGEL NO SABE FALLAR, NI CLAUDICAR.
Amén