Capitulo nº 11
“La Torre de fuerza “
La Torre de fuerza, es una maquiavélica arma de destrucción masiva, que inventó el emperador romano Calígula, en tiempos del imperio Romano. El magma o combustible que la impulsa, debe ser constantemente avivado con bajas pasiones u odios perpetuos. Lo vil, lo más pérfido, la traición, la mentira, son los leños que la ponen en movimiento. Por eso, un grupo de espantosos seres inorgánicos de gelatinosos cuerpos, cual si fueran medusas invisibles y flotantes en el éter; se encargan de alimentarla de forma constante. Recorriendo esos abyectos espacios en que la miseria derriba Fe y voluntades. Donde los pobres de espíritu son aplastados sin misericordia, y los débiles son devorados por la desesperación. Donde la avaricia consume los sesos de los millonarios que desesperan por tener más aún. Lugares desiertos, donde la esperanza ya dejó de sembrar su semilla. Donde la locura devastó todo a su paso y consumió las conciencias de los que nada esperan. Todo lo energéticamente insano, es lo que mueve a la contienda a esa torre maldita.
“El horror del mal”
Cuando Zadkiel contempló la saña con que obraba la temible torre de Fuerza, comprendió a que extremos horrorosos puede llegar el espíritu del mal en pos de su cometido. Cuerpecitos de sus dulces querubines totalmente destrozados, se esparcían hasta donde la vista le alcanzara. Algunos unicornios voladores huían aterrorizados para salvar sus vidas; y otros, severamente mutilados, ya no tendrían chances de sobrevivir. Pues sus alas habían sido cortadas de cuajo por las filosas espadas de los pretorianos… A cincuenta metros de él, su hermano Jofiel luchaba desesperadamente contra cincuenta mercenarios. Tenía las plumas de sus alas grandemente chamuscadas por el fuego del quinto rayo, que un frenético y rabioso Perfidus le arrojaba sin cesar. Pensó Zadkiel, con esa velocidad de pensamiento que lo hacían un guerrero único e incomparable en su universo. Que tendría que actuar con suma celeridad. Sus tiempos eran ya escasos. La vida de sus hermanos pendía de un delgado hilo en manos de esos asesinos. Mientras a setenta metros de allí, una turba de enardecidas amazonas encadenaba a Uriel, izándolo con gruesas lianas a esa terrible cruz de hierro oxidado, entre burlas y escupitajos que le lanzaban al divino rostro. En tanto otra de las guerreras le cortaba con una tijera un mechón de su hermoso cabello rojizo, diciendo” ¡Me fabricaré una trenza con tu pelo, cobarde Arcángel!” -Agregando con sorna-” Así mi amo me verá más atractiva con tu crencha, ¡bien amado Uriel! ¡Ji, ji, ji!” -Rió con espantosa voz la amazona con cara de bruja, mientras sus compañeras se le unían frenéticas en la tarea, arengándola- “¡Degüella al Auriga, degüéllalo!”
-Pero si trenzo lo frágil con la Fe de mi corazón, puede que logre lo imposible- Se dijo Zadkiel- Un Arcángel nunca puede rendirse a las negras evidencias de la realidad-Se alentó. Y batiendo sus alas con denuedo, se elevó por los cielos buscando la energía del sol, revitalizándose con su calor y energía. Luego descendiendo en picada veloz, arengó desde lo alto a su leal milicia de Serafines.
-¡Hermanos míos! ¡Hijos de la triple llama Violeta! ¡Batid con brío esas alas! ¡Encended vuestras espadas con la flama que os ofrendo!
¡Violeta oro y plata! ¡Oro plata y violeta es vuestra consigna!
¡Hemos de vencer! ¡Hemos de vencer!
Al segundo, que pareció un eterno presente. El oscuro cielo Atlántico mostró un espectáculo dantesco. Miles de Serafines venidos de las Altas Esferas del Bien Indecible, blandiendo sus espadas flamígeras violáceas; se lanzaron con bravura a la feroz batalla.
El bramido del oscuro ejercito del mal, cercado por los serafines, cimbraban hasta los cimientos de aquel lejano páramo helado, con chirridos y gruñidos espeluznantes. Trenzándose en feroz batalla con los hijos de la luz.
Uriel y Jofiel, rescatados por tan valiente guerrero; se le unieron para darle fin a tan grande contienda.
-Uriel gritó con potente voz- ¡Juntos venceremos!
Jofiel, encendiendo su espada, que había sido casi extinguida por la saliva verde de los demonios, arengó a sus Querubines, Unicornios, Tronos y Coronas.
- ¡Amarillo oro! ¡Oro y amarillo!
-¡Hermanos míos a vencer!- Lanzándose bravamente sobre la Torre de Fuerza. Despedazándola a espadazos que le asestó sin tregua.
Una palidecida lugarteniente de Satanás, Salamanca, vociferó con su lengua de serpiente:
-¡Ese maldito cabrón está destruyendo la creación de mi hermano!
¡Esto no puede estar sucediendo! ¡No, no, no!
¡Ayudadme cobardes, no huyáis!- Le conminaba a los suyos, mientras se arrancaba con furia de su cabeza de medusa, mechones de cabellos con forma de gusanos verdinegros.
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Después de librar y ganar aquella dantesca batalla. Los tres Arcángeles se abrazaron junto a sus hermanos de lucha. Restañaron y curaron las heridas de miles. Y entre todos, elevaron una plegaria de coro angélico a las alturas Celestiales, agradeciendo al Infinito por su victoria.
Luego Uriel, urgido por la prisa de una promesa, montó en su golondrina y partió, diciendo.- Hay un amigo que me espera.
