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El Angel del Regreso
Blog de ismaelpepe

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02 de Abril, 2012 · General

EL ANGEL DEL REGRESO-capitulo final


CAPITULO final. Dedicado con todo mi corazón, a aquellos soldados Argentinos, que lucharon en Malvinas Argentinas y dieron sus vidas para que nosotros tengamos este presente de paz y democracia.

  “EN VIAJE HACIA LA LUZ

-QUIVIT, QUIVIT- Te saludan tus nuevos amigos, desde el brocal de tu pozo.

-¡Que inmensa alegría! Pensé que ya no vendrían.-Les dices con alborozo. Y extiendes tus brazos hacia ellos, como queriéndolos aprisionar con tu pensamiento; pues temes que sean sólo parte de un sueño alucinado que te está engañando. Pero esto que sucede alrededor tuyo no es un sueño, sino la realidad misma.

-¿Cuándo un ángel  a fallado a su palabra?- Dice el niño, mientras se apea de la golondrina.

-¿Hoy podrás sacarme de aquí?-Preguntás con ansiedad, pero también con grandes incertidumbres.

-Es un largo camino. No te olvides de que nos hayamos en las tierras de la locura. Ella no querrá dejarte ir mansamente. Deberemos prepararnos para lo que viniera.

- Descolgando una alforja con forma de naranja, que pendía del cuello del ave. Extrajo una especie de túnica, oro rubí irisado, de belleza y color inenarrable.

-Creo qué ese traje no es de tu talla, amigo- Dijiste, como si con tu broma quisieras espantar todo aquel miedo que cargaba tu corazón. Pues le estabas entregando tu propia integridad a un pequeño niño. ¿Pero él, podría cuidarte?

-Es exactamente lo que preciso- Dijo el niño con total convencimiento. Y susurró con su pequeña y rosada boca unas palabras arrulladoras. Como si  cantara en su lengua de origen una desconocida oración.

Al segundo se produjo una explosión enceguecedora y de su centro se formó una brillante nube, de la que emergió un alto y resplandeciente Arcángel  Guerrero. De preciosas alas azul plateado, rodeadas de un halo de color indescriptible (oro y rubí) para los seres humanos. Portaba en sus manos una extraña caja, fabricada con infinidad de plumas de pájaros que murieron tratando de ser libres.

Después depositó la caja en manos de Juan, diciéndole- Cuídamela un segundo- Y ciñéndose un cordel de oro en su traje recién estrenado. Lo miró a éste con picardía, diciéndole- ¿Ves qué el traje me calza ahora?

-Confundido, aturrullado por esta veloz transmutación, apenas balbuceas en tono de protesta- ¿Quién eres? ¿Qué hiciste con el niño?

-Lo tienes enfrente de ti. ¿O es qué ya no me reconoces en mi versión adulta?- Y lanzó a los cuatro vientos una bella carcajada. Y las piedras cantaron y los musgos florecieron. Y la neblina que hasta entonces era un sudario de malos presagios, se convirtió en brisa perfumada.

Más luego, te alzó amorosamente entre sus brazos. Y vos quisieras haberte quedado en ellos para siempre, pues la seguridad que sentiste fue infinita.

Después ordenó a Tiyuca que desplegara sus anchas alas para acomodarte en el nido de su lomo tibio.

-¡Tiyuca, mi golondrina, busca la luz, sólo detente cuando la hayas encontrado!- Ordenó el guerrero con potente voz.

-¿…Tú no vendrás con nosotros?-Preguntás confundido.

-Como quisiera, amigo mío. Pero en lo único que no puedo acompañaros, es en el viaje a ti mismo. Tú serás tu propio héroe, tu mismo redentor. Desde ahora en más, no olvides lo que te enseñé la primera vez. Tu FE hará que Tiyuca busque la faz de la luz. En cambio tu desaliento, la hará derribarse.

Luego acaricio tu cabeza por última vez, infundiéndote valor, y te dejó partir.                                                                                                                                                             -¡Suerte! ¡Que el Infinito los bendiga! ¡Adiós!- Dijo el Arcángel, mientras desplegaba sus bellísimas alas azul plateadas. Y los pastos reverdecieron y las flores cantaron a su derredor.

-Adiós- Dijiste sumamente entristecido. Te habías acostumbrado a ese ser extraordinario. Un niño ángel.

 

¡QUIVIT, QUIVIT!- Cantó la golondrina alzando vuelo, en busca de tu libertad.

Mientras viajas por ese universo tan desconocido, ves a los costados de tu derrotero, cuadros inmensos. Pantallas siderales que te rodean. Laberintos que desean atraparte con sus propuestas. Espejos que sólo reflejan las mezquindades que hiciste de niño. Cuando medías la fruta para comerte la más grande y darle a tu primita la más pequeña. Cuando le robaste las fibras de pintar a Josecito y le echaste la culpa a Claudia. Cuando la señorita de religión te enseñó que no debías jurar por el nombre de Dios en vano. Y vos lo hiciste, no una, sino cientos de veces…

Del cuadro se escapa un espectro, una horrenda mujer con alas de mariposa deshilachada, tenebrosa y maligna. Se sienta a horcajadas detrás de ti, sobre el lomo del ave, que ahora se encabrita, bamboleándote. Mientras en tu intento desesperado por mantenerte en equilibrio, con ambas manos te sujetas de un manojo de plumas del cuello del ave. Plumas tan fuertes y firmes, como si hubieran sido tramadas de acero puro.

La rapaza horrenda te acaricia los muñones de las piernas, tira de ellas. Actuando un malévolo juego. Tentándote. “Yo podría hacerte crecer de nuevo las piernas. En nuestra Corte necesitamos un bailarín como tú”

Luego hunde sus garras en tus genitales, diciéndote burlona “Es hora de jugar mi jueguito bailarín. Baila para mí. Baila para mi Corte, bailarín”- Y su risotada siniestra retumba en todos los rincones de tu cerebro, mientras un incontenible temblor se apodera de toda tu piel.

Lo más dramático es que Tiyuca empieza a perder altura, y parece a punto de estrellarse contra uno de los cuadros gigantescos que sólo reflejan tus mezquindades.

El espectro ríe a tus espaldas con diabólica arrogancia, sabiéndose ganador. Ya que la balanza se inclina ante su juego perverso.

Tu pavor extremo hace que recuerdes en un segundo febril toda tu vida; ella se derrama sobre tu conciencia cual un río de aguas transparentes: Tus monedas que nunca te alcanzaban para dar a tantos menesterosos. Tus sándwich que partías para convidar a esos compañeritos más pobres. Los juguetes que regalabas a tu vecinita Claudia, pues pensabas que ella no debería dejar de creer en los Reyes Magos. Ya que sus padres nunca le compraban juguetes. Tú juramento ante Dios y la Patria de defenderla hasta morir. Pero cuando debiste matar a tu prójimo se te cayó la mano. Pues adentro tuyo sabías que sólo Dios da y quita la vida. Que las guerras pasan, como han pasado tantas. Pero tu alma es eterna en los tiempos del Infinito.

 

Ahora Tiyuca estabilizada, busca de nuevo la faz del sol. Una luz dorada esplendida baña tu rostro. Y piensas que así debe haber sido la primera luz que viste en este mundo, cuando asomaste del vientre de tu madre. La claridad ha desasido al espectro. Y tu corazón canta ¡Borom bombón! ¡Borom bombón!

 

                          

“UN BOLETO DE REGRESO”

 

El viaje es largo y penoso. Dura siete días con sus siete noches. La golondrina se ve exhausta, pero cuando Juan recuerda sus buenas obras, cobra nuevos bríos y bate sus alas con denuedo.

En el trayecto se les unen distintos peregrinos y pájaros migratorios. Partículas microscópicas de universos en formación, polen, semillas livianas cual plumas, polvo de estrellas de lejanas galaxias. Restos de supernovas que se extinguieron hace milenios. Almas que han cumplido sus expiaciones y van en busca de sus hogares en mundos paralelos y lejanos, donde las aguardan con ansias los seres que les aman. Guerreros que retornan de largas batallas pérdidas, buscando el consuelo de los suyos. Sistemas solares recién salidos de sus capullos y que vibrantes se unen a la corriente primordial llamada “vida”. Pájaros de fuego, espíritus y duendes de los vientos llamados Silfos. Ondinas de mar que buscan mundos acuosos en donde engendrar sus preciosas sirenas. Atlantes, viajeros incansables, que anhelan una Patria que ya no existe. Portales de Luz enigmáticos y traviesos, que tele transportan juguetona y caprichosamente a todo aquel que ose pisar sus umbrales; lanzándoles a lejanos e inaccesibles mundos más allá de toda lógica…

-El Señor es Eternidad en reposo- Dice Tiyuca, dando vuelta su cuello para observarte. Quedás estupefacto, atolondrado; es la primera vez que la sentís hablar. Y habla como un ser humano.

-…Creí que solamente piabas- Respondés todavía confundido. Y en el ojo de Tiyuca, descubres el rostro de tu amado niño amigo.

-Cuando el Señor crea, su respiración levanta fragmentos de su Eternidad, y nacemos nosotros: la piedra, el árbol, el animal, el hombre, los ángeles.

-No respondiste a mi pregunta. ¿Por qué antes no hablabas?

-Siempre he hablado. Pero tenías el corazón tan cerrado, que nunca lograbas escuchar mi voz.

-Y Apamuni ¿qué será de él?- Vuelves a interrogar temeroso.

-Yo y Apamuni somos la misma persona…

Es difícil que comprendas lo que te estoy diciendo ahora. Sólo el tiempo y tu FE te ayudaran a comprendernos.

-¿…Dos viviendo en uno? ¿O tres viviendo en uno?

-Nunca razones con la mente. Siempre razona con tu corazón para encontrar las respuestas que te son negadas. Ya que el Señor, tiene la respuesta apropiada para toda pregunta que un corazón noble le realice.                                                                  

-… A propósito ¿Vez aquella mancha blanca allí abajo?-Y te señala con una de sus alas, un gran edificio que apenas logras ver desde las alturas.

-Sí, la veo.- Dices tímidamente.

-Ese es tu hospital, allí está tu cuerpo ¡¿Quieres qué vayamos por él?!

-¡Adelante querida golondrina! Tú lo sabes todo.- Dijiste, mientras una galopante incertidumbre por lo que allá abajo te esperaba, acongojan a tus sentidos haciéndote palidecer. Luego el recuerdo de tu novia Sandra que tanto oró por ti, y el amor incondicional de tu madre; te reconfortó el espíritu, dándote fuerzas para descender.

-Tú también lo sabes todo.- Dice la golondrina- Es una cuestión de práctica. Si aprendes a razonar con el corazón y lo abres, todos los secretos del universo se rendirán ante ti.

-¿…Tendré dolores, cuando me halle en mi cuerpo?- Dices con palabras temblorosas, mientras tus manos y sienes sudan copiosamente.

-Los suficientes para que sigas aprendiendo soldado.

-¿Qué se puede aprender del dolor?, más qué ha maldecir la mala fortuna-Refunfuñas cual un niño caprichoso.

-Completamente equivocado, soldado. Completamente equivocado. Estás razonando con la mente y no con el corazón. Pero con el tiempo aprenderás. Creo en ti. Tenemos toda la eternidad para aprender.

Y cuando le ibas a contestar que los seres humanos no poseemos toda la eternidad, sino apenas un pequeño fragmento de tiempo en este planeta. Te diste cuenta de que lo pensaste con la mente y no con el corazón. Quedándote callado, abstraído.

-Bueno soldado, ahí tienes tu cuerpo… ¿Qué esperas para entrar en él?

-…Me temo, que tengo algo de miedo… ¿Qué dices tú?

-Es apenas un leve estremecimiento. El tiempo que le lleva al espíritu acomodarse en su morada. No temas y desciende. Yo te cuidaré.

-… ¿No nos veremos más?..¿Ni a ti, ni a Apamuni?- Mientras tus lágrimas te mojaban  el rostro y te aferrabas con amor al cuello de tu salvadora.

-Por favor soldado, sin escenas- Dijo la golondrina, y una lágrima del color de un zafiro precioso se escapó de su ojo derecho, y Juan la atrapó con veneración entre sus dedos.

-Debo irme amiguito. Debo irme- Y en su mirada de pájaro gigantesco aparecieron los rostros de Apamuni y de Uriel, el arcángel guerrero.

-Siempre te amaré amiga, siempre. No habrá ni un día en que no deje de pensar en ti… ¡A los tres los amaré, no los olvidaré nunca! ¡Si existe el cielo, allá los volveré a encontrar!

-¡Claro que existe el cielo!- Dijo convencida la golondrina, hinchando su buche con orgullo- Si por alguna razón no llegas a encontrar tu camino. Llámanos y vendremos.

-¡Adiós soldado!                                                                                           

- ¡Adiós amiguito!

-¡Adiós muchacho!

Y desplegando sus azules alas, Tiyuca cantó, QUIVIT, QUIVIT. Perdiéndose en el inmenso cielo. Que ahora se veía libre de nubes oscuras.

                     

 “APAMUNI MUNANI”

Fue en la tarde del veintiuno de septiembre. Después de un año y meses en el exilio del silencio, que Juan regresó de su oscuro pozo de turba. De ese pozo del que muy pocos vuelven. Sandra estaba a su lado. Como en todas esas tardes en que no había dejado de venir a visitarlo, ni de creer; aunque por creer ya le doliera el corazón. Alcanzó a gritarle a una enfermera para que llamara por teléfono a su tía Juana y a sus suegros, embargada de gozo.

Una bandada de golondrinas se posaban exhaustas sobre las copas florecidas de los inmensos arboles del hospital, donde bellos capullos rosados y blancos anunciaban que la vida continuaba su eterno derrotero.

Después, sin creerlo, a pesar de que lo habías creído siempre. Te sentaste en el lecho al lado de tu amado. Apretaste tus manos entre las suyas tratando de contagiarle un poco de tibieza. Acercaste tu rostro al de él, levemente. Como quien arrima sus labios para beber de la fuente de la felicidad. Los jilgueros embriagados de alegría elevaron sus notas a los pies del Cielo.  Y al unir tus labios a los de Juan, auscultaste con la mano izquierda su pecho agitado y tembloroso. Buscando la reliquia que le obsequiaste antes de que partiera a  la guerra…                                                                                              ¡Apamuni Munani! centelleó en tu palma con todo el fuego de lo sagrado. El amor revelado en la Fe del que es paciente y espera.

Y al unir tu nariz en su nariz, tu boca en su boca. Hallaste sus hermosos ojos celestes, dándote cuenta de que los milagros existían.

El Ángel del Regreso; brillaba en su mirada.

 

“La leyenda termina así: En la cruenta batalla en pos de libertar a su pueblo, Raskayu, príncipe heredero, recibió una ardiente escupida de fuego de una infernal arma llamada arcabuz. Sin fuerzas, ciego y derrotado; vagó por esa inmensa oscuridad que lo devoraba cual un abismo. Pensó en quitarse la vida, despeñándose a los precipicios; pero no tuvo el valor suficiente…

De improviso, de la nada, surgió una voz amigable y una suave mano que parecía un ala se aferró a la de él, llevándolo de regreso con los suyos.

Yerubi, al verlo aparecer por la cuesta del río de Nono, donde nace cada día el dios Sol; corrió a su encuentro llorando de alegría. Y al darse cuenta de su lamentable estado, le preguntó cómo había podido llegar solo hasta el gran valle. Y su esposo le contó, de que había sido guiado a través de las tinieblas por un joven con manos de alas, voz de niño; que amaba las golondrinas.

 

Autor: Ismael Clavero

Mendiolaza, Sierras de Córdoba. 17 de febrero del 2008.

publicado por ismaelpepe a las 14:09 · Sin comentarios  ·  Recomendar
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Duilio Ismael Clavero

Ismael nacio en la ciudad de Villa Dolores, provincia de Cordoba. En su adolescencia emigro junto con sus padres a la Capital Cordobesa, buscando edificar un porvenir. Escribe desde niño.Su ultimo libro es una novela que narra una historia de amor,entrelazada con aquella antigua leyenda del cacique Comechingon,y el Arcangel Uriel, que le supo contar su abuela paterna...

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