"Confesiones de un buscador de ángeles"

Cuando inicié este camino de busqueda de los Ángeles que surcan la Tierra, no solo inicié una busqueda por los polvorientos caminos de pueblos olvidados y casi fantasmales. Si no que tambien fue una busqueda interior muy intensa. Yo provengo de un pueblo de las serranias llamado San Pedro, el pueblo más viejo de Traslasierra que se encuentra a pocos pasos de la ciudad de Villa Dolores. Donde se encuentra el famoso cementerio, desde el cual salió la leyenda del muerto que golpeaba desde su interior el ataud, aterrorizando a los tranquilos lugareños que visitaban a sus difuntos. Luego de esta historia no se habló más, pues en esos lares todos los dias surge otra nueva... Yo la traigo al presente, pues somos varios en este mundo asombroso, lleno de misterios, los que alguna vez oimos una historia de "aparecidos" Entes sobrenaturales que irrumpen con fiereza en nuestro campo de percepción normal, sucudiendonos la modorra. Y esto me da pie para narrarles la historia que le aconteció a mi abuelo paterno Lincho, y a su hermano dos años mayor que él, llamado Segundo: Los hermanitos quedaron huerfanos de madre a muy temprana edad, creo que mi abuelo tenía 7 años cuando sucedió el hecho. Su padre los había mandado a llevar en la jardinera, un cargamento de carbon vegetal a un pueblo que distaba varios kilometros del campo donde ellos vivian. El pueblito se llamaba "Las Palomas" que en esos años era un pequeñisimo caserio. Y a donde ellos iban con el carbon se llamaba "Los Cerrillos" Dejaron los niños el carbon en una pulperia del poblado, compraron las provisiones para su padre y tomaron el camino de regreso a su casa. La noche oscura sorprendió a los pequeños cuando ya habian transitado más de la mitad del trayecto de regreso a casa. Mi abuelo dice que no supo de donde salió, pero salió de esa oscuridad insondable la cosa más horrorosa que en su vida supieron ver sus ojos. Un espantoso ternero negro con ojos encendidos de fuego, colorados cual brasas crepitantes. Se aproximó temerariamente a la jardinera donde los dos hermanitos temblaban de miedo y los dientes les castañeteaban entre sollozo y sollozo. Los caballos comenzaron a relinchar y encabritarse, haciendo temer a los niños ser despedidos por esa furia ciega de los animales, quienes percibian lo maligno en esa infernal criatura. Lo unico que recordaba mi abuelo de su fallecida y sufrida madrecita, era una oración que repetía mientras hacía las duras tareas del hogar. Pero en aquel instante de miedo extremo a que fue sometida su mente, solo le quedó en su memoria la palabra "Ave María Purisíma" Que empezó a rezar a grito pelado, entre llanto y llanto, junto a su hermano mayor que se le unió en el desesperado rezo. ¡Ave María Purisíma! ¡Ave María Purisíma!- Gritaban los niños cual poseídos de miedo. Mientras la diabolica criatura rozaba con su cuerpo las varandas de la jardinera.

Los niños tampoco podrian decir de donde salío aquel ángel del socorro, pero él ser de luz salíó decididamente al rescate de los pequeños inocentes. Tal vez convocado por la cortísima oración que ellos no dejaban de pronunciar- ¡Ave María Purisíma!¡Ave María Purisíma! Con fuerza y coraje se abalanzó sobre la presencia demoníaca, y la mordió por todos lados hasta hacerla retroceder y alejarse derrotada. Luego escoltó a los gurrumines hasta que llegaron a la puerta de su rancho, y se esfumó como si nunca hubiera existido.

Mi abuelo y su hermano siempre recordaron con gratitud y amor a su ángel de salvación y en cuanta ocasión que se presentara lo nombraban. Pero éste nunca fue un ángel a los que nos tienen acostumbrado las estampas religiosas y los cuentos de Santos. Era un Angel de pelo blanco y puntiagudo, de hocico rosado y filosos dientes, llamado sencillamente por ellos: "El perrito blanco de la Virgén"

"Mediten en esto: Los Guardianes Angélicos adoptan la forma de combate que más pueda disuadir a sus adversarios."

Bendiciones a todos, Ismael Pepe.