Capitulo nº10
“El quinto rayo”
-Este será mi gran día- dijo el soberbio Satán, mientras sus largas uñas marrones acariciaban una esfera de cristal oscuro, donde cobijaba al espíritu del quinto rayo-Os honrare fatalísima Majestad de la destrucción, poniendo ante vuestros pies, miles de cuerpos de radiantes ángeles para que absorbáis su energía espiritual y me la devolváis trasmutada en absoluto poder inicuo. ¡Si! ¡Este será mi día de gloria! Ungiré mis garras en el corazón del cobarde Uriel. ¡Mi poder me hará amo y señor de todo el universo!... ¿Muerto el gran perro?, acabada la rabia. Cuando mis Generales den muerte al Eterno Auriga, los demás caerán en mis garras cual mansos tortolillos ¡Jo, jo, jo!- Rió el maligno, sacando por entre sus afilados colmillos una verdinegra lengua áspera, llena de púas ponzoñosas. Y los pastos se secaron ante su paso, las flores se pusieron mustias y las aves abandonaron sus cánticos y el día se volvió oscura espesura.
La tiniebla se alzó como único faro que guiaba al ejército del mal. Millones de pretorianos de Roma, esbirros con alas de murciélago, subhombres mitad lobos mitad humanos. Androides de pieles sintéticas indestructibles, traídos de lejanas estrellas. Amazonas de largos y fuertísimos cabellos que tenían vida propia, cual si fueran boas constrictoras, despiadadas y diabólicas, cruelísimas. Carros de asalto tirados por enormes reptiles, tiranosaurios, iguanodontes, carnosauros. Naves voladoras gigantescas, inconcebibles para el ojo humano; que ensordecían con sus chillidos metálicos atronadores. Pulpo saurios metálicos de cincuenta patas, que hacían temblar las montañas a su paso. Horrorosas plantas carnívoras con cabezas de medusa y patas palmípedas, que devoraban todo lo que estuviera a su alcance. Salamandras de fuego y silfos de viento que se elevaban por los aires en torbellinos huracanados, exprimiendo del suelo todo vestigio de vida; arrojando por las alturas, animales, arboles, fortalezas y castillos donde se guarnecían los combatientes angélicos. Una demostración pavorosa e intimidante de fuerza.
-¡Todos los que me desafíen, morirán!- Gritó con potente voz a los cuatro vientos el diabólico Satán, lanzándoles una mirada terrible, paralizante, al ejercito de la Luz que lo desafiaba. Desplegando en todo su ancho unas inmensas alas de murciélago, agitándolas furioso, elevándose sobre sus vasallos, arengándolos. Lanzándoles desde las alturas, chorros de orina cual si fueran su bendición. Y éstos, exaltados, frenéticos, lo vitoreaban con aullidos ensordecedores y avivándole:
-¡Supremo Inicuo! ¡Supremo Líder!
-¡Te seguiremos hasta la victoria!
-¡En posición de ataque, hijos de la Luz!- Ordenó Uriel, a su legión de Querubines y Unicornios, escoltado por sus amados comandantes, Jofiel y Zadkiel.
-¡La victoria es nuestra bandera y el sol nuestro faro!
¡Un milagro se ha pedido en la tierra! ¡Y hemos de batallar por él en nuestro cielo! ¡Adelante hijos míos! ¡El corazón de una muchacha espera la confirmación de vuestra respuesta!
-¡Bravos guerreros! ¡No dejemos perecer a ese milagro que alguien espera! ¡Adelante! ¡Adelante!
Y las tres espadas de los Arcángeles encendieron sus flamas sagradas, iluminando el paso de sus soldados. Abriendo surcos de claridad en medio de la horrenda tiniebla.