
“La Puerta del olvido”:
Este relato pertenece a Ismael Clavero.
Desde que conoció “La morada del Arte” Antigua casona de principios del siglo diecinueve, situada en los alrededores del mercado norte del centro de la ciudad de Córdoba. La puerta azul que se encontraba en el lugar más recóndito e inaccesible del altillo; lo fascinó. El influjo de aquella puerta enigmática y escudriñadora, le azuzaba la conciencia llenándolo de curiosidad. Día tras día no pudo o no quiso arrancar de su mente la presencia magnética de ella, los delicados y a la vez temibles arabescos tallados por un escultor a puro cincel y sudor, representaban batallas épicas del Arcángel Miguel y sus huestes. Poseía una cerradura antiquísima que la resguardaba cual una doncella virgen. Fueron incontables los intentos por abrirla y robarle sus misterios, pero ella se resistía a aceptar toda llave que él le introdujera en el polvoso ojillo de bronce, que emulaba la boquita de un querubín.
María Clelia, dueña de la casona, le contó que desde que tenía memoria; la puerta no había sido abierta nunca, es más, nadie le conoció llave alguna. También le contó que un ancianísimo albañil, apellidado don Matusalén, que trabajó en la construcción de la casa. Supo decirle que aquella puerta era ciega, o sea, que no conducía a ningún lado.”Ningún lado que pertenezca a nuestro mundo” agregó. Sólo estaba colocada allí como una especie de adorno o lo que fuese, pues el arquitecto que construía la obra, don Ángel Chavero, la supo conseguir de segunda mano, de otra casona perteneciente a la antiquísima “logia masónica de la Tierra Hueca” que supo tenerla de portal de los iniciados. Entonces el albañil descubrió que su patrón era también masón.
Pero aquella respuesta de María Clelia no conformó al muchacho, quien obsesionado de tal forma, sólo podía pensar en ella… la puerta azul. Y todas las mañanas despertaba al alba, se sentaba en su cama y elaboraba un nuevo plan que le permitiese transponerla; descubrir el porqué de tanto misterio. ¿Qué extraño secreto guardaría para sí, ocultándolo dentro de sus entrañas?
Ese martes 13, el muchacho llegó anticipadamente a su clase de pintura, con el único fin de escurrirse como ladrón en acecho, sin que nadie delatara sus pasos ni sus intenciones; por la angosta y empinada escalera caracol de ciento ocho peldaños. Que conducía allá. Arriba. A ese lugar sereno y misterioso del altillo.
Luego de haber sosegado el agitamiento, por el tremendo esfuerzo de escalar aquella interminable escalerilla. El muchacho se plantó frente a la gran puerta con solemnidad y respeto. Y de sus ropas extrajo una herrumbrosa llave que había encontrado en una obra en demolición. Con el corazón latiéndole acelerado, por el temor de un nuevo fracaso, introdujo la llave en el mohoso agujero que simulaba la boquita de un querubín, y luego esta giró sin oponer resistencia. ¡Y oh milagro! La rechinante cerradura se destrabó con un Clok de bienvenida. Como una bella durmiente que se despierta de un larguísimo sueño. Con sus manos temblorosas y un sudor frio que le recorría la espalda, el muchacho cerró sus ojos de puro miedo y empujó hacia dentro la pesada puerta…
…Al abrirlos de nuevo, se encontró rodeado de una potente y celestial luz que lo encegueció momentáneamente. Restregó sus ojos para amansarlos a tantísimo resplandor, y lo descubrió a Él, sentado en un bellísimo trono de marfil y jade, rodeado de flores centelleantes de extraños colores ámbar. Un pesado libro de tapas doradas, sostenían sus manos primorosas.
-Adelante muchachito- Le dijo el ángel, como si lo conociera de toda la vida- Con tu obstinación y paciencia has vencido a la puerta del olvido.
Confundido y tartamudeando por la gran emoción que lo sacudía de pies a cabeza, el muchacho preguntó con lágrimas en sus ojos- ¿Quién eres Divino Señor?-
Soy el ángel de la Ausencia, y tú, con vuestra amorosa curiosidad y obstinamiento; por fin me has liberado de mi ancestral encierro.
…¿Y por qué te llamas ángel de la Ausencia, mi Señor?- Dijo el muchacho, aclarándose la garganta ceñida por la emoción.
A lo que el ser angélico respondió- Porque este mundo al privarse de mí, sufre ausencia de amor. Ausencia de gozo y ausencia de perdón. Pero ahora que has vencido a la puerta que me alejaba de los corazones de los hombres, y que me has liberado. Saldré por las calles de esta ciudad a derramar mis tres gracias…
-¿Me acompañas muchachito?
-Sí, vayamos- Respondió el joven con su rostro encendido por la felicidad.
Y juntos descendieron por la interminable escalera caracol, rumbo a la ciudad que tanto los necesitaba.
“Este relato nos habla de la tenacidad por conseguir la gracia de lo Divino. Sólo aquel que nunca se rinde puede ver el rostro de lo milagroso”
“Nunca te rindas amigo, nunca. Pues los camposantos están sembrados de los huesos de aquellos que se rindieron cuando les faltaba un centímetro para llegar a la cúspide de sus sueños”