hay una antigua leyenda que les quiero contar; la del ángel del regreso. Hace muchísimos años, cuando la corona Española entabló la gran batalla en pos de eliminar o sojuzgar a los pueblos indígenas de Córdoba. Raskayu, príncipe heredero del Gran Trono Comechingón, tuvo que salir a guerrear, aun en contra de su voluntad, pues nunca había tomado un arma, ni siquiera para despanzar una liebre para su mismo sustento.
Su padre, el cacique Chankaní, postrado en la cama por una enfermedad invalidante, le dijo aquella tarde, cuando en las lanzas refulgentes se degollaba el sol:
- Si pudiera hijo mío, yo tomaría tu lanza y arrojaría al invasor fuera de nuestra tierra. Pero que puede hacer un viejo tullido, más que pedirle al dios Sol que te proteja. Y que ciña en tu corona la gloria de nuestra victoria y la luz de tu regreso.
Luego vino su madre y con voz llorosa agregó:
- ¡No te demores bravo guerrero! ¡Qué en tu lanza la muerte quita o pone nuestro sol!- Y envolviéndose el rostro con los negros y largos cabellos se alejó, para no causarle penas al que partía.
Después llegó su esposa Yerubi y uniendo su rostro al de él, le dijo susurrante:
-Esposo mío, esta reliquia que os prendo en tu cuello, es una antigua joya que heredamos las princesas de nuestra tribu, de generación en generación. Se llama “Apamuni Munani”; tiene el sagrado don de la golondrina, que siempre retorna a su nido. Mi abuelo volvió gracias a él, mi padre, ciego y todo, también.
Más después Yerubi, entonó una celestial melodía de invocación, y besándolo por última vez, dijo:
- Este ángel no tiene ojos, pero ve con el corazón. No tiene oídos, pero hoye con su alma, y su voz es una golondrina que canta la canción del que regresa.”
Este fragmento pertenece a la novela: "El Angel del Regreso" editorial Arkenia. autor Ismael Clavero. Comprala en www.arkenia.com.ar